lunes, mayo 05, 2008

Zdzislaw Beksinski - Helium Vola

Algunas de las obras del artista polaco Zdzislaw Beksinski con la canción Omnis Mundi Creatura de Helium Vola.

Johann Brauhauss

Johann Brauhauss era un lutier alemán afincado en Gran Bretaña. Por aquel entonces gozaba ya de una posición acomodada, que no siempre fuera así, disfrutaba de la comodidad de una vida aparentemente tranquila. Contar ciertas historias de vez en cuando a sus tres hijos cerca del calor de la lumbre del hogar era una de las actividades favoritas de la familia y así fue que, en una de esas tranquilas noches de finales de verano, cuando el otoño empieza a asomar, el señor Brauhauss les relató una rocambolesca historia a sus hijos, dejándoles cuanto menos asombrados, tanto, que para no inquietarlos su padre calló muchos de los detalles más ágrios de la historia, puesto que ésta era real.


“Como ya sabeis hijos míos” -Dio una calada a su pipa, perdida su mirada en el techo de la lóbrega estancia- “Cuando vine aquí era joven, tanto que apenas si tenía para comer y aún así tuve mucha suerte, tan gran golpe de suerte que gracias a ello se reconoció mi talento y pude dar incluso un buen nombre a mi humilde taller instrumental. Pues bien, os relataré cómo conseguí todo lo que ahora tenemos:

Una noche del frío y duro invierno inglés me hallaba enfermo de fiebre en mi taller cuando alguien llamó inesperadamente a mi puerta. Me resistí en un primer momento a abrir pero hube de hacerlo ya que el sonido de mi tos debió advertir a quien llamara que me hallaba en una sala cercana a la puerta y así, ante la insistencia de los golpes me levanté con la manta sobre los hombros y una vela encendida en la mano para ver por donde andaba. No os negaré que estaba algo asustado de que alguien llamara a mi puerta tan a deshoras pero para mi sorpresa, no era más que una muchacha quien llamaba. Apenas parecía una niña quien me entregara un sobre cerrado y sellado pero sin ninguna distinción: -Léalo y mañana regresaré a recoger la respuesta. - Fue lo que me dijo antes de marcharse corriendo al instante, dejándome pasmado y con el mensaje en la mano.

No pude más que cerrar la puerta en cuanto se fue, ni alcancé a decir nada ni lo intenté siquiera puesto que mi tos no me habría dejado...Así que volví a mi sillón cerca del fuego y abrí la carta para leerla. Por si no fuese suficiente el hecho de las extrañas circunstancias de la entrega, me sorprendí aún más cuando descubrí una carta escrita en un perfecto alemán de escuela, con una caligrafía deliciosa, lo cual me llenó de gran satisfacción”.- En dicho momento el señor Brauhauss sacó de su bolsillo una carta vieja y arrugada, se puso sus lentes para leérsela a sus hijos y prosiguió- “Decía así:

Estimado señor Brauhauss:

Sé a ciencia cierta que es usted fabricante de instrumentos de cuerda y le rogaría aceptase el siguiente encargo que yo, la señorita K. quiero hacerle:
Quisiera me fabricara un violín para mi uso personal, un ¾ fabricado con material de la máxima calidad, por lo que yo misma me encargaría de proveerle de dicho material.
Le advierto que será provisto de dicho material de calidad especialmente para la fabricación de lo que le pido y nada más.
Algunas de sus fabricaciones más laboriosas que he visto son, a mi entender personal como artista, de una calidad y acabado supremo, es por tanto que le pido este encargo tan especial para mi.
Mañana volveré para traerle ya el instrumental en caso de que haya aceptado la oferta, sepa además que el precio no es problema, tan solo dígame qué debo pagarle y así será.

Se le saluda atentamente.”


“Aquello me ilusionó tanto que al mismo día siguiente a primera hora ya me encontraba preparando todos los enseres y escribiendo la carta en respuesta, lo cual no me pareció demasiado lógico si la tal señorita K. iba a venir personalmente, aunque uno nunca tiene en cuenta las excentricidades de los ricos cuando se es pobre.

Pasé aquel día haciendo todo tipo de preparativos pero nadie se presentó hasta la noche cuando ya me hallaba desanimado y apenas dormido en mi sillón, fue entonces cuando volví a oir los mismos porrazos que me despertaran la noche anterior. Esta vez me levanté de un salto al oirlos puesto que la esperanza de que alguien apareciera no había desaparecido aunque hubiese esperado el día entero.
Nuevamente me sorprendí al ver la misma niña del día anterior y me quedé como un tonto con la boca abierta cuando me saludó cortesmente y dejó delante de mi puerta, casi sobre mis pies, una bolsa de tela llena de tablas de madera de diferentes tamaños.

Pasaron unos cuantos minutos hasta que la invité a pasar al interior. No era habitual que una niña andara a aquellas horas sola por la calle y menos todavía en invierno. Me veo obligado además a deciros que era la criatura más bonita que había visto jamás hasta entonces, luego por supuesto conocí a vuestra madre” - El buen hombre sonrió y sus hijos a la vez también antes de proseguir con su relato inclinándose hacia adelante- “Pero aquella muchacha era como un estatua en movimiento, apenas le faltaban las alas para ser un ángel y además tenía unos modales exquisitos e iba bien vestida y lo más sorprendente fue que al oirla hablar me dí cuenta de que no era una niña aunque a veces se comportara como tal, o eso o su mente había crecido más rápido que su cuerpo...El caso era que no era normal, era muy bella pero no era una persona normal como nosotros.

Me habló del encargo, que quería disponer de él cuanto antes y hablamos además del pago. En ningún momento se mostró intranquila, era una gran negociante y aunque yo estaba sereno en apariencia la verdad era que no me fiaba, algo me helaba la sangre aunque solo fuesen negocios. La miraba, pero no podía mirarla a los ojos aunque sabía que eran negros y profundos, nunca más volví a ver tal abismo en una mirada”.


¿Cómo papá?, ¿cómo tenía los ojos?.- Su hijo preguntó curioso, los detalles los fascinaban. El padre se tomó sus momentos de reflexión.


“Eran negros, muy negros, grandes y redondos de largas pestañas lisas que los emmarcaban como el marco emmarca el lienzo...Pero eran tristes hijos míos aunque brillaran eran tristes y tan negros que pareciera que no terminaran nunca, un abismo insondable, un pozo sin fondo al que no debías acercarte pues si caías en ellos no volverías nunca más y aunque ella pareciera ser muy joven sus ojos se veían taimados, fue entonces cuando supe que no era una niña corriente como vosotras. Ella no sentía miedo y ello helaba la sangre, es humano tener miedo, es común, es bueno y por eso supe que no estaba ante una presa sino ante un cazador”. - Posiblemente el señor Brauhauss no advirtiera, enfrascado en su relato como estaba que, tal vez aquel tipo de narración no era la más apropiada para la más pequeña de las hijas que empezaba a mirarlo un tanto asustada, sus dos otros hijos en cambio, ya de mayor edad, se mostraban muy interesados con el relato: siempre les gustaron los cuentos de extraños seres e incluso de terror que su padre les contaba.-

“Por lo demás tenía la piel muy muy blanca pero no amarillenta como los tísicos, era una piel suave y tersa aunque de transparencia tal que la vista parecía engañar y creer que no era carne sino alabastro lo que contemplaba, pero hablaba y claro, ¡las estatuas no hablan! Pensé yo, que no estaba entonces acostumbrado a sobresaltos pues acordaos que contaba con apenas 22 años cuando empecé a ejercer la profesión.

Hablamos de negocios entonces y nos despedimos cortesmente tras acordar que aceptaba el encargo y en pago del adelanto me entregó una tercera parte de la suma total y no tengo verguenza de confesaros que me sentí tan lleno de júbilo por el hecho de que aquella tarea me fuese a aportar tantos beneficios que me puse a contar de immediato el dinero sobre la mesa cual avaro con sus preciados cuartos, olvidándome al instante de tantas extrañas sensaciones hubiera podido experimentar hacía apenas un momento hablando con aquella muchacha.

Al día siguiente me encontraba mucho mejor de salud así que me puse manos a la obra con la madera y comencé a darle forma con el mayor de los esmeros. Puse en ello especial cariño y empeño puesto que la confianza y las compensaciones económicas lo merecían, desde luego que sí, puse especial importancia.

Al caer la noche de ese mismo día me sorprendí mucho al recibir una nueva carta de la señorita con instrucciones específicas sobre mis tareas para con el encargo, lo cual me dejó si cabe más perplejo todavía puesto que parecía tener ciertos conocimientos de lutería y me daba indicaciones específicas sobre cómo tratar la madera, que me mandaría ella misma el barniz a utilizar...No os niego que todo aquello me resultó cuanto menos chocante pero igualmente lo atribuí a las manías de los nobles e hice caso, puse la madera a tratar tal y como detallaba la carta sin dudar un segundo en que aquellos tratamientos no eran más que banalidades y aún así de nuevo no salí de mi asombro al comprobar la suavidad de la madera...¡Estaba realmente impecable! Gracias a lo que yo taché en principio de extravagancia se habían eliminado por completo las impurezas y el hecho de tallarla era mucho más sencillo ahora, el material era fuerte, rudo pero sin embargo mucho más suave y voluble, el hecho de tallar sobre esa madera era ahora prácticamente un juego de niños, permitiéndome así centrarme en los detalles que marcan la diferencia.

Así pasaba los días en mi taller, trabajando en aquel encargo y cada noche la muchachita me traía nuevas directrices a seguir pero durante esos días, a pesar de no haber salido de la casa me enteré de varios sucesos importantes acaecidos durante mis laboriosas tareas. La señora Dontz que trabajaba cocinando para mi y a veces limpiando la casa por una birria la pobre mujer, me contó al segundo día de mi encierro voluntario que había aparecido el cadáver de un niño cerca del río y era evidente que el hecho tenía al pueblo commocionado. Nunca había ocurrido hasta entonces nada semenjante, ningún crimen más brutal que ese. No querais saber cómo lo encontraron hijos míos puesto que no es algo que os deba ni pueda relatar, y lo peor aún estaba por venir puesto que este sería solo el primero de unos cuantos asesinatos más que se sucederían en el transcurso de los días y a la par en el trancurso de mi trabajo en el taller.

La rapidez con que se sucederían los siguientes asesinatos fue sin duda lo más terrorífico del asunto, huelga decir hijos míos que empezó a extenderse el pánico entre los habitantes y la chispa pasó a encender una gran llama y el pavor se generalizó; las madres encerraban a los hijos en las casas y las calles empezaron a estar desiertas, los hombres se acusaban entre ellos instigados por el dolor, la commoción y la propia frustración, usando cualquier excusa o motivo personal para señalarse impunemente unos a otros...En definitiva, el caos empezaba a hacer mella en todos y yo, aunque viviese encerrado en mi casa por el trabajo, empecé a ser señalado también. Era normal puesto que era extranjero y muy huraño así que empezaron a vigilar mi casa, cosa que duró poco puesto que uno de los asesinatos se sucedió justamente mientras me vigilaban, con lo cual fue más que evidente que yo no estaba implicado en el caso.

El pánico era loable y se palpaba en el ambiente...El modus operandi siempre fue el mismo, lo cual demostraba que estábamos ante un mismo asesino y os aseguro que el número de víctimas y el modo en que las mataban helaba la sangre a cualquiera.

Mientras tanto yo iba a lo mío aunque me sentía terriblemente apesumbrado como era natural y la chiquilla seguía visitándome puntualmente cada noche con nuevas órdenes y el barniz, que no me trajo hasta el día en que finalizara la pieza, más bien la obra de arte puesto que me había llevado más tiempo de lo común realizar dicho instrumento a pesar de que era más pequeño de lo habitual.
Durante aquellos días nisiquiera cuidé mi aspecto y llegué a parecer un pordiosero alimentando así las sospechas que recaían sobre mi, a pesar de las evidentes pruebas físicas de que yo no era el responsable.

Sin embargo la chiquilla me seguía resultando tan enigmática como las órdenes que recibía de la misma y no fue hasta el último día cuando me trajera el barniz cuando realmente no me dí cuenta del verdadero terror, y es que después de dejarme allí el tarro con el material quise invitarla a pasar para que viera el instrumento que, aunque todavía sin barnizar, estaba ya terminado y cuál fue mi sorpresa al poner un pie justo tras ella en la calle y observar petrificado que no estaba...¡Allí no había nadie! Y Dios sabe que no miento cuando os digo, corazón en mano hijos míos que heme a mi allí en la fría calle, con barba destartalada de tres días mirando el pavimento vacío, esperando que allí hubiese una niña, y es que era imposible por mucho que hubiese corrido que no hubiera alcanzado a verla, era del todo improbable si contamos con el hecho de que justo salí dos pasos tras de si. Por si todo aquello no fuera suficiente para hacerme dudar de mi cordura, tanto que tuve que pellizcarme para asegurarme de que no era una enfermiza pesadilla, cuando volviera para adentro de la casa, justo sobre mis pasos y abriera el tarro del rojizo barniz...

En ese momento creo que lo entendí todo aunque mi mente era demasiado torpe para montar las piezas del terrible rompecabezas que se componía sobre mi o simplemente no quería admitir ese horrible hecho. Desconozco los motivos y aunque nisiquiera lo sepa con certeza creo que me desmayé por la impresión.

Cuanta razón tiene vuestro tío Hanz cuando os dice eso de que incluso el hombre más valiente a veces debe afrontarse a miedos insuperables y creedme que ello me ocurrió a mi. Lo que ocurriera después fue francamente extraño, empecé a sentirme culpable de las muertes acaecidas en esos días aunque supiera que no tenía nada que ver, no podía sin embargo desprenderme de la idea de que yo los había matado indirectamente, que si me hubiera negado a tal trabajo nada de esto habría ocurrido y con ardientes lágrimas resbalando por mis mejillas procedí a consumar mi labor y creedme cuando os digo que mientras embarnizaba aquel instrumento de un color tan carmesí, el pulso me fallaba y a punto estuve de desmayarme varias veces y no por el olor puesto que era dulzón e incluso agradable, sino porque mi alma, en mi interior, sabía a qué respondía todo aquello.

Tras esperar los días pertinentes a que el barniz se secara puse con mucha parsimonia las clavijas y las cuerdas al pequeño violín que, como era bien lógico, resultó finalmente de un púrpura muy brillante y cuanto más lo miraba menos podía dejar de llorar, incluso tenía miedo de tocarlo, no me atreví siquiera a probarlo y mi pánico aumentó cuando al anochecer oí que llamaban a la puerta. Me acerqué despacio, estuche e instrumento en mano y abrí valiente pero temeroso y ella estaba allí, sonriente y radiante, se mostraba muy alegre y jovial. Todo fue cordial, le tendí el instrumento, ella me entregó el final de la paga y se marchó para no volver nunca más.

Huelga decir hijos míos...Que ese día cesaron los asesinatos y que desde entonces mi fama como lutier creció desmesuradamente y me llegaron encargos de gente ilustre e importante, incluso de los sitios más dispares del país pero que mi pena no ha menguado y a veces por la noche todavía me parece escuchar ese maligno sonido de ese violín de sangre que yo mismo construí.